El Parto de Angélica y Antonio.
Pasaron sus contracciones en el mar oaxaqueño, y de ellos nació una Sirena.
Entre el fuego sobre la carrucha, y la familia conteniendo el nido.
Hacía 6 años de su primer parto en casa donde Angélica había conocido cómo era dejarse atravesar los huesos para que la vida llegara a través de ella en un parto que duró lo justo, más de un día.
En esta segunda ocasión Angélica sabía tantas cosas más del parto, no sólo por haber vivido uno sino porque entró en un proceso de iniciación en la Tradición de la Partería años atrás.
Aún así cuando ella me preguntó si yo podía ir a acompañarla en su dar a Luz de nuevo al calor de su hogar costeño, ME DIJO QUE QUERÍA OLVIDAR TODO LO QUE HABÍA APRENDIDO.
Qué sabia es la Mujer cuando se sabe mamífera. Qué sabia es la mujer embarazada cuando sabe que nada se sabe, que todo se es. Que ella Es ya lo que necesita ser para traer la vida por su cuerpo.
Frente a la puerta de su casa estaba sembrada y frondosa la planta dada por manos de su madrina partera, la Abuela Doña Chave… que se había ido al cielo unas semanas antes. Era una planta hecha de sangre para la sangre, roja como solo ella. Una planta que resurgió sola (aparentemente) tras el chile que creció luego de que se secara por primera vez.
Esa planta da fuerza y metal. El metal coopera con la conexión magnética que nos une a todo, algunos le llaman en castellano conexión divina. El metal de las plantas no es el de las máquinas, ni mucho menos es el metal pesado que ponen en la vacunas de hoy día. NO. Es que no hay que confundir porque luego te dan gato por liebre (Dicho latino).
Esa sangre roja de la planta fue su medicina durante su embarazo.
Llegué sin querer queriendo dos días antes del nacimiento de sirena más cachetona y preciosa que han visto.
-La Tía F-…. Abuela partera del pueblo, había aceptado también acompañarlos en el parto así que fuimos a verla cuando las sensaciones de parto iniciaron esa mañana… todavía platicamos en su casa Antonio (El papá de bebé sirena) y yo con Doña F, La Partera. Y al preguntarle que necesitaba que le tuviéramos listo, dijo, sólo ténganme Mezcal e Hilo en caso de que se llegara a necesitar.
Mezcal e hilo fueron los instrumentos a alistar para el parto.
Para mí como Partera iniciada gracias a las abuelas, recibir esa instrucción va más allá de escuchar dos palabras aisladas. Hay un Saber ancestral guardado en el Mezcal y el Hilo cuando viene nombrado por una Abuela Partera y que poco tiene que ver solo con su uso. No se ha de intentar eso en casa porque aunque compres mezcal e hilo, no será lo mismo si no viene de quien ha de venir la instrucción.
Angélica nos esperó en su casa sabiendo y sintiendo su cuerpo irse abriendo… paciente y confiando en que ya todo estaba.
Nosotros aún fuimos por algunas cosas al mercadito que se ponía ese día por allá por el pueblo.
Ella seguía en casa rodeada de su familia. En su comunidad toda su familia vive a la redonda, los sobrinos van de casa en casa, entre el arroyo que está por debajo y el cerrito sobre el cual se posan sus hogares.
Llegamos a su casa ahora sì. El yogurth que compré se había chorreado en mi falda por completo, así que acompañé a Angélica las siguientes horas con su propia ropa, bastante simbólico.
Antonio se puso a seguir arreglando el cuarto que acababan de construir. Su otra madrina Pola estaba ayudando a limpiar, acomodar y calentar el hogar con toda confianza en la vida que se respiraba ese día…. Los hermanos de Angélica estaban pendientes y presentes para lo que se iba necesitando.
En esa casa había un nido calentándose amorosa y cotidianamente, entre la limpieza, la comida preparándose, una matriz dilatándose, unas hamacas balanceándose, los niños corre y corre, mi hijo entre ellos que lo acogieron como a un primo más de la familia, y yo que fui acogida como parte de la familia también…. Platicamos, comimos, limpiamos, jugamos, cuidamos niños y animales gallinas y perros, nos cuidaron los animales también a nosotros.
Frente a la casa el arroyo que aún le faltaba agua, los árboles y plantas que crecen en la costa y el mar escuchándose a unas cuantas cuadras, fueron guardianes de ese nido y de la llegada de esa hermosa niña que eligió nacer ese día.
2 horas y cachito antes del nacimiento Angélica quiso ir al mar…. y así fuimos todos (hijos, sobrinos, hermanas, madrinas, partera, parturientos), porque cuando el parto se vive en la cotidianidad, se va al mar en familia y entre niños sabiendo que una niña más viene abriéndose paso por el cuerpo de su madre, justo ahí al lado nuestro para mostrarnos que no hay nada que los demás tengamos o podamos hacer, bebé, mamá y papá lo han hecho ya.
Así que llegamos al mar, todos nos remojamos en el agua salada que cura, cuida y limpia…. Angélica y Antonio no fueron la excepción, nadaron en las olas en plena etapa activa del parto, sin imaginarlo estaban a poquitísimo tiempo de la llegada de su bebé…. Aunque de saberlo lo sabían, pues una madre y un padre lo saben todo cuando dejan de escuchar a los demás, así que con calma fueron despidiéndose del mar, no había prisa. Al final de cuentas ya estaban en su casa que es el planeta Tierra…
Era evidente para la gente que estaba en la playa que había una mujer pariendo, viviendo expansiones y contracciones de su matriz en la arena y en el mar… entre abrazos y besos con su esposo. Entre niños corriendo, entre gente en bikini y sin bikini, entre mariscos sabrosos, entre un cielo abierto y soleado y una brisa salada que acarició en todo momento la panza expandiéndose.
Angélica vivió sus expansiones y contracciones con su respiración honda y profunda, tocando la piel de su esposo, oliéndose mutuamente, escuchando ese gemido sensual que viene con un parto libre, tranquilo y playero. Aunque poco a poco el seño de su frente iba frunciéndose un poco más y sus ojos y su mirada veían lo que los demás ya no pueden ver….
Angélica iba a acercándose a la famosa transición del parto, los últimos 2 centímetros, el puente personal donde ella iba a ir ya por su hija al plano donde están los bebés antes de nacer a la tierra, el plano donde los huesos se abren lo que ya no se puede físicamente. Ella, tal cual lo dijo, había olvidado todo lo que sabía ahora del parto, estaba pariendo desde cero, desde su sabiduría más primitiva y abundante, la que todo lo sabe porque todo lo es. Angélica es un huracán, pero un huracán caliente… Angélica transforma y limpia, se rebela ante las cosas que no son lo que su libertad del corazón le hablan. Es rebelde como los huracanes, y caliente como el sol playero. Es fuerte mi querida Angie, y sabe ser frágil para que la vida abra sus huesos sin resistencia.
Antonio, vivió el parto como el fuego que es. Antonio no para. Antonio es un fuego. ¿Còmo no iba a estar Angélica dilatando tan rápido con semejante pareja que le dio su -Calor Ariano e intenso- en su abrazo, sus manos, sus caricias, su mirada, sus acciones, en la construcción de su nido. Antonio confió en su esposa y en su bebé toooodo el tiempo. Sintió cada expansión en ese abrazo infinito. Y aunque cuando vino la intensidad más fuerte le llegó de sorpresa, su temple y su confianza siguió ahí para su esposa y su bebé, pues él sabía que lo necesitaban para estar también tranquilas y confiadas en lo que venía.
Antes de llegar a casa hicieron escala en la casa de la mamá de Antonio que queda en el camino, les dio tiempo para un regaderazo y unas cuantas contracciones juntos bajo la regadera. Afuera estábamos todos oliendo a llegada de bebé.
Al llegar a su casa, fue que Angélica empezó a mostrar abiertamente y con voz alta que las expansiones ya no eran aquellas en las que se pudo meter a nadar al mar. Ya habíamos avisado a la Abuela Partera, y aunque su rezo nos acompañó desde la mañana que fuimos a avisarle del inicio del parto, ya en la tarde no estaba escrito que llegara a bendecir físicamente al nacimiento por cuestiones de transporte, de salud y de la vida misma que acomoda todo.
Angélica y Toño estaban por vivir el nacimiento de su hija en la habitación principal de su bellísimo hogar construido por ellos mismos literalmente. Ahí estaba también La hermana de Angélica, Chena, su madrina Pola, los niños jugando en el corredor, la madre de Angélica aguardianando el espacio, y preparando el fuego para el caldo de pollo criollo del patio de su hermana, los hermanos y cuñadas afuera atentos para entrar en la siguiente fase tras el nacimiento.
Las expansiones seguían fuertes y con voz alta, la transición del parto estaba ahí, Angélica estaba en el centro a cuatro puntos, como una loba pariendo, Antonio estaba frente a ella en un contacto físico a lo que yo llamo LA VERDADERA SANA DISTANCIA. La sana y amorosa distancia de un abrazo.
La rebeldía de esa mujer huracán se estaba dejando ver, era imponente y alta, decía con fuerza NO a lo que no quería y Sí a lo que sí. Los demás ante eso solo podíamos guardar silencio y tomar nuestro lugar en esa habitación cuidada por todos los elementos. Ahora lo que se dejó ver fue la cabecita de su hija….
Frente a mí estaba el mezcal y el hilo… la instrucción de la Tía Fel… además de una familia pariéndose. Los ojos de su hermana Chena y sus brazos amorosos presentes en todo momento, ayudando a la llegada de su sobrina…
Pola la madrina, con presencia y guardia. La Abuela de la bebé con su rezo y su regaño sagrado de mamá, el regaño que hace parir a las hijas, para recordarles que ahora la madre son ellas. El mismo regaño que es más bien una estafeta, un mandato sagrado de que SÍ SE PUEDE, una instrucción a dar a luz con todo el ser con toda confianza, el mismo regaño que estuvo presente en su primer parto, entraba y salía de ese cuarto en el rostro e su madre. Y es que la Gente costeña tiene esta cosa en su habla, parece un regaño y es en realidad la caricia fuerte de la confianza en la vida. El que te ayuda a no rajarte como decimos por acá en México.
La hija de Angélica y Antonio, nació lista para entonar su voz y para pintar de rosa su cuerpo, tomó su primera bocanada de aire como quien sabe nacer a la tierra sin manual y sin que nadie nunca le haya enseñado cómo se respira luego de vivir como pez en el agua por 10 lunas o 9 meses.
Se fue de inmediato al abrazo de su madre, nuevamente la verdadera sana distancia, el papá que está hecho de fuego dejó ver en sus ojos un poco de agua también… agua de la emoción de haber parido entre el gozo y regocijo familiar, con todo el poder del que están hechos. A los pocos minutos amamantó el seno de su madre por primera vez y sigue haciéndolo sin pausa y con gran abundancia.
Afuera había tanto movimiento… Adentro había eso que pasa cuando se detiene el tiempo justo al nacer un ser humano. Nuestros corazones estaban abiertos, y justo al escribir esto vuelvo a sentirlo. Uf.
¿Qué pasa cuando una mujer huracán y un hombre incendio paren? Detienen el Tiempo para gozarlo todo en una placentera pausa, tras la transformación que han dejado a su paso. Y me tocó verlo para contárselos hoy. Así de poderosos son Angie y Toño.
En la siguiente fase del alumbramiento de la placenta y de la sagrada transformación el cordón que no se corta, no se separa, fueron pasando cuñada, otra hermana, y los demás que continuábamos por ahí…. pasaron las horas necesarias para que eso culminara y todo siempre estuvo bien. No hubo prisa de jalar ni de cortar nada. En el cuarto solo había rezo, confianza y admiración por lo que acababa de suceder y seguía sucediendo.
Luego de eso seguía el fuego encendido sobre la carrucha, y sobre él, la Olla enorme de Caldo que nos tocó disfrutar a todos al doble porque estaba buenísimo.
El caldo que preparado por la abuela, bendice también con calor el postparto que se avecina. Y que Angie y Toño han vivido con enorme capacidad para mirar las luces y sombras los retos que traen los primeros intensos meses sin dormir, y redescubriendo que nunca serán los mismos y que ahora son simplemente mejores que antes….
En la Costa el Calor también es Medicina. Miren ustedes por favor cuánta belleza en esta familia.
Feliz vida, Mar, Angie, Toño y Mía.
Feliz vida y Gracias por todo.
Con Cariño,
Thania Medina.
Partera.
