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El Parto más fácil de mi vida hasta hoy. Tu nombre es Gozo.

  • Thania Medina
  • 6 dic 2022
  • 3 Min. de lectura

...habíamos elegido recibirte en la intimidad de tu padre, tu hermano y yo, rodeados de nuestros perros, gallo y gallinas entre otros tantos animales e insectos que cantan diario en la casa. La cotidianidad y sus detalles es nuestro ritual amado.


Fue hasta que empecé a bailar con tu hermano cuando unas ganas extrañas de ir al baño se calmaban con el movimiento, y ahí dije, a ver, esta sensación placentera por bailar se sabe diferente. Le dije a tu papá que era como si al bailar algo se acomodaba y se sentía muy bien, y eso va y viene como las contracciones, el asunto es que no dolía. Tu papá me preguntó si prendía ya la leña. Le dije, nombre espérate a que se ponga intenso, por mientras voy a limpiar la habitación del altar - que acá en el pueblo le dicen -La Pieza-.



Mas fue casi inmediato que empecé a sentir como ya estabas a punto de descender por mi canal. Sentí claramente el último tramo de apertura y expansión de mis caderas cual abrazo de adentro a afuera… le dije a tu papá, sabes qué, sí prende ya las leñas, esta sensación, sea lo que sea, está muy seguida. Tu hermano encendió 4 velas adicionales a la ya encendida, eligió los colores y la posición. Mas Pensamos con la mente que aún faltaba y se fue a leer. Sin embargo con el alma hicimos justo lo que deseábamos.


Pues yo deseaba estar en mi montaña a solas, aunque sostenida por todos. Y así lo hicieron, así lo hicimos. Yo en mi pieza, mi altar, mi soledad lobezca más acompañada. Tu Padre cuidando el fuego en el patio, Tu hermano cuidando el rezo en el altar con su ancla. Y yo en-tendiendo que ahora el gozo de sentirte deslizándote entre mis caderas estaba siendo mi guía esta vez, y que también así estaba bien. Cerré los ojos para vernos bien y detectar dónde mero venías. Y gemí al gusto. Tu papá que conoce bien mis sonidos, me dijo en cierto momento que ya estaba el agua y las hierbas listas para la tina.


Le dije, ya no es necesaria el agua, ya viene. Se sentó a mi lado mientras nuestro bebé se resbalaba cual mantequilla entre mis carnes, huesos y aguas, sin necesidad de que yo pujara intencionadamente. Y pude sentir yo entre mis piernas la no necesidad de pujar, pues el pujo sucedía solo y através mío. Siempre estará en mi memoria, la presencia mágica -de lobo invisible- de tu padre, dejándome a solas conmigo como yo quería, mientras a la vez se sentaba a mi lado para estar ahí para nosotros, desde su lugar, sus cuerpos siempre tocaron los míos cuando fui por ti, aunque físicamente estaba solo a mi al lado. Y tu hermano mayor anclando su energía en esas velas de colores y retirarse de mi monte al suyo, del que llegó inmediatamente a tu encuentro cuando aterrizabas.



Yo estaba ahí hincada, recordando las palabras de Chuyita (la Partera y Abuela Yaqui) de cuando se hincó una vez en la montaña. Se habían vuelto parte de mi rezo desde que nos las contó y las sentía como propias. Mis sonidos los oímos diferente tu papá, tu hermano y yo. No he podido replicarlos… Mas yo escuchaba mi voz cada que descendías, un sonido grueso como si saliera de mis huesos y volviera a ellos. Te canté tantos sonidos en el embarazo que me sorprendía este sonido nuevo que salía de mí. ¿Qué era? ¿de dónde realmente emanaba… ? Me gustaba oírlo. Aún lo recuerdo claro. Me recuerda al sonido del sismo en el pueblo el 2020, un canto rugido que venía de la tierra.


Cuando sentí los labios de mi vulva calentarse poco a poco sabía que eras tú asomando tu coronilla. Mis manos fueron despacio a tu primer encuentro con ellas de este lado de mi piel, como dice la canción. Saliste con un ritmo tan suave que te acomodaste en mis manos perfecto antes de que yo te acercara a la tierra cubierta por piso y te diera tu primera bendición de llegada.


No sabíamos si eras niño o niña. Tu hermano fue el primero en ver y su voz soltó el llanto al decirnos que eras niño (eres el hermano que él había estado pidiendo al cielo). La euforia de tanta facilidad, gozo, fluidez, armonía y sincronía estaba a borbotones en el aire que respirábamos.


Nos acomodamos y acurrucamos juntos para despedir a la placenta que horas después tomó su forma y tiempo preciso de alumbramiento.

Cuando pensábamos que ya estábamos completos e inmensamente felices, llegaste a decirnos que aún se podía más.



 
 
 

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